miércoles, 29 de diciembre de 2010

km 24.Bailando.... Me paso el día bailandoo.


Pudimos dormir la siesta antes de comer la "delicatessen" que los bomberos nos tenían reservada. ¡ Chocolatinas TWIX! Ummm!
Insisto de nuevo al decir que, a veces, lo más simple es lo que mayor bienestar nos produce.
¡Cogemos el autobús de nuevo! ¿A qué se debe?
Llegamos a un centro de mujeres que son acogidas tras haber sufrido maltratos. Ellas nos contaron sus experiencias persoales y cómo ahoran prefieren guardar este caramelo amargo en el olvido para sonreír de nuevo a la vida.
¡Qué valientes! Hace falta valor para asumir en público tus desgracias. Gran ejemplo de voluntad que me anima a superar mis retos personales.
Mis amigas estaban guapísimas con el Kaftán y la Chilaba, vestidos con los que desfilaron como si fuesen modelos de verdad. Guapa sería quedarnos cortos para describir lo bien que a Fátima le quedaba el Chedda; vestido más tradicional de las novias el día de la boda en Rabat.
Estaba todo muy bien organizado, el banquete inicial y la segunda cena servida después de le marriage, los tatuajes de henna y, lo que más pude disfrutar; el baile.
Entender sin emplear palabras a las personas es un mundo en el que es inevitable quedar atrapado. Suena la música y una mujer marroquí me regala un pañuelo rosa, colocándomelo en la citura. Me anima a aprender la danza del vientre y no paramos de bailar prácticamente en toda la noche. Me encantó bailar con ella y aprender tantísimo de su cultura aquella noche. Me renovó espiritual y físicamente una energía que me "recargó las pilas".

Vuelta a casa tras bailar en una de las mejores fiestas a las que he asistido. ¡Viva el saco!       Mañana será otro día.
Esta vez sí hubo compasión por parte de Mr. Pablo; el entrenamiento consistió en meros calentamientos (general y específico).

AAAAAAAH! ¿De dónde ha surgido esta estampida de niños y niñas? ¿Y a dónde van medio desnudos?
Aquí hay duchas. Retomo el tema de LA VIDA, frecuente ya en mis reflexiones, para dar los últimos pasos de este kilómetro 24 añadiendo que, sin agüita, la vida no sería posible. Debemos aprender a utilizar la justa y necesaria. No sirve de nada derrocharla

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